domingo, 18 de diciembre de 2016

PIEZA DEL MES

 
Ermita de la Vera Cruz
Las pinturas de la Vera Cruz, datadas en el siglo XII, están consideradas como uno de los conjuntos pictóricos del románico más importantes de toda España. La pequeña y sencilla ermita, de no más de veinte metros, está situada cerca de lo que actualmente es el Pantano de Linares, en Segovia; fue precisamente cuando se construye éste, en 1947,  cuando se decide trasladar las magnificas pinturas que aquí se conservaban a un espacio museístico para contribuir a su mejor preservación. Actualmente se encuentran traspasadas a lienzo en el Museo del Prado de Madrid;  en la ermita se ha colocado una réplica exacta de las mismas. Estas pinturas constituyen un verdadero catecismo para la época, cargadas de simbolismo y belleza.
Es llamativa, a pesar del pequeño tamaño de la ermita, la sensación de  armonía del conjunto, la solemnidad de sus imágenes, así como su delicadeza y grandiosidad. Su extraordinario programa iconográfico, repleto de simbolismo se considera uno de los más completos e importantes dentro de la pintura románica española.
 
Pintura: la lectura del románico.
El románico fue una época en la que el arte, (en especial la escultura y la pintura), se convirtió en lectura, esa lectura a la que, de otra forma, no podía llegar un gran número de personas iletradas que componían el grueso de la población. Fue el mejor vehículo para la expansión de los dogmas del cristianismo, una forma de reforzar la religión.
Por tanto la pintura, especialmente en la etapa del románico pleno, fue extremadamente importante; con dos funciones fundamentales, por un lado  una función didáctica: enseñar y adoctrinar  a los fieles; por otro lado, una función puramente estética: embellecer los templos; la belleza fue muy valorada  durante el románico, era una manera de deleite, una forma de placer visual, pero ese placer debía estar encaminado y centrado en la alabanza a Dios.
Debido a su carácter instructivo, las imágenes debían ser claras, sencillas en su forma de ser representadas, debían emocionar, conmover; eran figuras cargadas de simbolismo, hieráticas y carentes de perspectiva,  destinadas a dar fe de la grandeza divina y era primordial que existiera claridad expositiva.
Estas imágenes conformaban  programas iconográficos en los que había una serie de temas que siempre se repetían: Imágenes de Cristo y de la Virgen, representaciones de la Corte Celestial, narraciones sobre temas bíblicos, vidas de santos etc., la diferencia estaba en la forma de combinar estos temas. La figura esencial era el Pantocrátor o Maiestas Domini, que nos muestra a Cristo con toda su majestuosidad, como símbolo de lo absoluto.
Podemos decir que, la pintura fue el complemento principal de los edificios románicos, aunque la mayoría hayan llegado hasta nosotros  desprovistos de ellas, debido a diversas causas como el deterioro de los materiales, incendios o cambios de gusto estético, lo cierto es que casi la  totalidad de estas construcciones estaban en su interior cubiertas de pinturas murales con frescos de vivos colores, tapices y mosaicos. De todos ellos nos han quedado menos testimonios de los que quisiéramos, generalmente en pequeñas parroquias alejadas, en zonas que quedaron despobladas por la emigración. En la conservación de estos tesoros influyó mucho la decisión de su traslado a los museos desde primeros del  siglo XX, por suerte aún podemos disfrutar de algunos de ellos como el de la Ermita de la Vera Cruz de Maderuelo.
 
Orígenes e influencias
La pintura románica se nutre de influencias del mundo paleocristiano, prerrománico y bizantino; la mezcla de estas aportaciones había creado en Italia un estilo al que se llamó Italo–Bizantino o (Escuela Benedictina) con un gran afán de enseñar y transmitir. Este estilo germinará en España llegando hasta nosotros a través de la conexión comercial que existía entre los estados catalanes e Italia en el siglo XII. Empezarán a surgir talleres, a veces itinerantes, imbuidos de esta influencia italo–bizantina, que extenderán esta mezcla de estilos por Cataluña, Aragón y algunas zonas de Castilla. Uno de los principales talleres que surgirán será el de Taüll, al cual se considera el principal punto de influencia de las pinturas de Maderuelo, debido a la estrecha similitud de estilos.
Como teoría para explicar la conexión entre los fresquistas de zonas tan alejadas, se contempla la de las relaciones políticas existentes entre el señor de Erill, a quien pertenecía el Valle del Boi, donde se encontraban las iglesias de Taüll y la corte de Alfonso I el Batallador, señor de las tierras donde se hallaba Maderuelo.
Aún con ese claro influjo de Taüll, los frescos de Maderuelo presentan una técnica un tanto diferente, ya que son realizadas a base de colores disueltos en agua sobre el muro, (adaptación a lo pobre del buen fresco). También la gama de colores difiere, ya que en Taüll los colores más utilizados serán los azules, verdes, rojos y carmines claros mientras que en Maderuelo predominan los ocres, amarillos,  tostados, negro humo y blanco, con los perfiles de las siluetas muy definidos. A pesar de estas variaciones, la relación de estilos es más que evidente.
 También existe una clara conexión con los frescos de San Baudelio de Berlanga, de los que se  cree que posiblemente fueran realizados por el mismo taller.
 
Programa Iconográfico de las pinturas de Maderuelo:
Este significativo programa esta organizado conforme a las siguientes pautas:
 
Bóveda: *El Cristo en Majestad se solía colocar, casi de forma canónica,  en la bóveda de cuarto de esfera, en el ábside semicircular, pero la ermita de la Vera Cruz carece de estos elementos, por lo que la figura del Pántocrator se colocó ocupando la bóveda de medio cañón del ábside, dentro de la mandorla mística, sentado en un trono sobre un cojín, y rodeado del tetramorfos.  Cristo se representa portando nimbo con el libro de la Vida abierto en la mano izquierda y bendiciendo los hombres con su mano derecha.
 
Testero: Aparece  una gran cruz con gemas incrustadas y en el centro  de la misma, el Agnus Dei o cordero de Dios, que simboliza a Cristo ofreciéndose en la cruz por la redención de los hombres. En la iglesia de Santa María de Taüll y en San Baudelio esta representado el cordero de forma muy similar. A ambos lados, dos ángeles realizando un escorzo sujetando la figura del cordero. En los extremos se representa a Caín y Abel, haciendo una genuflexión; el primero con una copa de vino  el segundo con un cordero en sus brazos como ofrenda.
Muro de cierre de la cabecera:  Frente al testero se representa la creación de Adán y el Pecado Original, buscando contraposición entre los temas de un lado y del otro; En el frontal el Cordero y la Cruz (Cristo y su sacrificio),  a los pies, Adán y la historia de su pecado, es decir se explica el pecado del hombre y su dios salvador.
Las figuras parecen estar flotando, se les representa en el Paraíso, sugerido por el gran árbol con flores y frutos. Se muestra a  Adán como hombre apagado y exánime, a quien Dios va a entregar la  fuerza vital.
 A la derecha vemos el pecado original ante el árbol del bien y del mal, con la serpiente simbolizando la tentación.
 
En la parte inferior:
 Derecha:  aparece la Epifanía, que nos muestra la llegada de Cristo como salvador del hombre. Están representados la Virgen, con acusada frontalidad y  Niño Jesús; el cuerpo de la Virgen (a excepción del rostro) y el Niño,  se han perdido. En Santa María de Taül, existe también una Epifanía en la que la imagen de la virgen guarda mucha relación con la de  Maderuelo en cuanto a ropaje, posición etc.
Izquierda: se muestra a María Magdalena ungiendo los pies de Jesús con su cabello: esto puede simbolizar el perdón  de los pecados. A través de esta representación  se da a entender que, a pesar de los pecados, a través del perdón es posible alcanzar la salvación. En san Baudelio de Berlanga existe también una escena semejante aunque no  solía ser muy común en el románico.
En todo ello existe una lectura claramente aleccionadora: se está simbolizando el martirio, mediante la cruz, Cristo ofreciéndose a este martirio, con el Cordero Místico;  al hombre que no cumple los mandatos de la cristiandad (Caín) y al que sí lo hace (Abel); el nacimiento de Cristo para la salvación de los hombres (Epifanía)  y por último se  ofrece la esperanza de la salvación mediante el perdón de los pecados (María Magdalena)
 
Ventanal: Simbolizando al Espíritu Santo,  está pintada una paloma en el  interior del pequeño ventanal central, mostrándonos la  conexión  de la tercera persona de la Trinidad con la luz que entra por él.
 
Muros laterales:    Aparece un Cortejo angelical repartido por mitades simétricas en ambos muros, en el que se pueden apreciar:
A un lado dos grandes frisos totalmente cubiertos de figuras: en el superior se representa el símbolo antropomórfico de San Marcos, el Arcángel San Rafael, un serafín, un ángel y un santo obispo. Y en el inferior, seis apóstoles sentados bajo arquerías.
Enfrente, se repite una composición parecida: En la parte alta, la representación antropomórfica de San Lucas, el arcángel san Miguel, un serafín, un ángel y una figura femenina (posiblemente la virgen). En la parte baja, nuevamente seis apóstoles sedentes iguales a los del muro de la Epístola.
 
En definitiva, adaptándose a la forma rectangular de la ermita y a sus pequeñas dimensiones se narra, mediante figuras hieráticas y solemnes, colores intensos y líneas firmes, algunos de los motivos más trascendentes del cristianismo, de tal forma que emociona, comunica y conmueve, siendo uno de los más  bellos y completos programas iconográficos del románico español.
  
                    


 


BIBLIOGRAFÍA


          
·       VVAA., Historia del Arte II, “la Edad Media”  Madrid: Alianza Editorial, 2003
 
·       OLAGUER-FELIU, Fernando, El arte románico español, Madrid: Encuentro Ediciones,2003,  p. 221.
 
·       ABAD, Concepción, CORTÉS ARRESE, Miguel, “El arte Románico y Bizantino”, Madrid: Dastin Export, 2003, pp. 75-76.
 


 


 
FICHA TÉCNICA
 
·       Datación: Siglo XII
·       Dimensiones: 498 x 450 cm en total
·       Materiales/ Técnica: Pintura Mural traspasada a lienzo.
Estas pinturas fueron  realizadas a base de colores disueltos en agua sobre el muro, (adaptación a lo pobre del buen fresco).
Para su mayor preservación se optó por su traslado al Museo del Prado en 1947 mediante una  laboriosa tarea:
1.- Se sometieron a un proceso de limpieza.
2.- Se dividió la superficie que se debía arrancar en diversas partes, de tal manera que no quedasen cortadas las figuras o elementos decorativos principales de una composición.
3.- Cada una de estas porciones se cubrió con un conglomerado de telas especiales embebidas en una tela hidrosoluble, con el fin de que la pintura se adhiriese a ellas.
4.- Finalizada esta operación y una vez las telas secas, los segmentos ya señalados se cortaron y los trozos de revoque desprendidos de los muros se enrollaron, quedando listos para ser trasladados y sometidos en el museo a la operación inversa.
·       Ubicación actual: Actualmente se encuentran en el Museo del Prado de Madrid.