PIEZA DEL MES
Ermita de la Vera Cruz
Las pinturas de la Vera
Cruz, datadas en el siglo XII, están consideradas como uno de los conjuntos
pictóricos del románico más importantes de toda España. La pequeña y sencilla
ermita, de no más de veinte metros, está situada cerca de lo que actualmente es
el Pantano de Linares, en Segovia; fue precisamente cuando se construye éste,
en 1947, cuando se decide trasladar las
magnificas pinturas que aquí se conservaban a un espacio museístico para
contribuir a su mejor preservación. Actualmente se encuentran traspasadas a
lienzo en el Museo del Prado de Madrid;
en la ermita se ha colocado una réplica exacta de las mismas. Estas
pinturas constituyen un verdadero catecismo para la época, cargadas de
simbolismo y belleza.
Es llamativa, a pesar del
pequeño tamaño de la ermita, la sensación de
armonía del conjunto, la solemnidad de sus imágenes, así como su delicadeza
y grandiosidad. Su extraordinario programa iconográfico, repleto de simbolismo
se considera uno de los más completos e importantes dentro de la pintura
románica española.
Pintura: la lectura del románico.
El románico fue una época en
la que el arte, (en especial la escultura y la pintura), se convirtió en
lectura, esa lectura a la que, de otra forma, no podía llegar un gran número de
personas iletradas que componían el grueso de la población. Fue el mejor
vehículo para la expansión de los dogmas del cristianismo, una forma de
reforzar la religión.
Por tanto la pintura,
especialmente en la etapa del románico pleno, fue extremadamente importante; con
dos funciones fundamentales, por un lado
una función didáctica: enseñar y adoctrinar a los fieles; por otro lado, una función
puramente estética: embellecer los templos; la belleza fue muy valorada durante el románico, era una manera de deleite,
una forma de placer visual, pero ese placer debía estar encaminado y centrado
en la alabanza a Dios.
Debido a su carácter
instructivo, las imágenes debían ser claras, sencillas en su forma de ser representadas,
debían emocionar, conmover; eran figuras cargadas de simbolismo, hieráticas y
carentes de perspectiva, destinadas a
dar fe de la grandeza divina y era primordial que existiera claridad
expositiva.
Estas imágenes conformaban programas iconográficos en los que había una
serie de temas que siempre se repetían: Imágenes de Cristo y de la Virgen,
representaciones de la Corte Celestial, narraciones sobre temas bíblicos, vidas
de santos etc., la diferencia estaba en la forma de combinar estos temas. La figura
esencial era el Pantocrátor o Maiestas
Domini, que nos muestra a Cristo con toda su majestuosidad, como símbolo de
lo absoluto.
Podemos decir que, la
pintura fue el complemento principal de los edificios románicos, aunque la
mayoría hayan llegado hasta nosotros
desprovistos de ellas, debido a diversas causas como el deterioro de los
materiales, incendios o cambios de gusto estético, lo cierto es que casi
la totalidad de estas construcciones
estaban en su interior cubiertas de pinturas murales con frescos de vivos
colores, tapices y mosaicos. De todos ellos nos han quedado menos testimonios
de los que quisiéramos, generalmente en pequeñas parroquias alejadas, en zonas
que quedaron despobladas por la emigración. En la conservación de estos tesoros
influyó mucho la decisión de su traslado a los museos desde primeros del siglo XX, por suerte aún podemos disfrutar de
algunos de ellos como el de la Ermita de la Vera Cruz de Maderuelo.
Orígenes e influencias
La pintura románica se nutre
de influencias del mundo paleocristiano, prerrománico y bizantino; la mezcla de
estas aportaciones había creado en Italia un estilo al que se llamó Italo–Bizantino
o (Escuela Benedictina) con un gran afán de enseñar y transmitir. Este estilo
germinará en España llegando hasta nosotros a través de la conexión comercial
que existía entre los estados catalanes e Italia en el siglo XII. Empezarán a
surgir talleres, a veces itinerantes, imbuidos de esta influencia
italo–bizantina, que extenderán esta mezcla de estilos por Cataluña, Aragón y algunas
zonas de Castilla. Uno de los principales talleres que surgirán será el de
Taüll, al cual se considera el principal punto de influencia de las pinturas de
Maderuelo, debido a la estrecha similitud de estilos.
Como teoría para explicar la
conexión entre los fresquistas de zonas tan alejadas, se contempla la de las
relaciones políticas existentes entre el señor de Erill, a quien pertenecía el
Valle del Boi, donde se encontraban las iglesias de Taüll y la corte de Alfonso
I el Batallador, señor de las tierras donde se hallaba Maderuelo.
Aún con ese claro influjo de
Taüll, los frescos de Maderuelo presentan una técnica un tanto diferente, ya
que son realizadas a base de colores disueltos en agua sobre el muro,
(adaptación a lo pobre del buen fresco). También la gama de colores difiere, ya
que en Taüll los colores más utilizados serán los azules, verdes, rojos y
carmines claros mientras que en Maderuelo predominan los ocres, amarillos, tostados, negro humo y blanco, con los
perfiles de las siluetas muy definidos. A pesar de estas variaciones, la
relación de estilos es más que evidente.
También existe una clara conexión con los
frescos de San Baudelio de Berlanga, de los que se cree que posiblemente fueran realizados por
el mismo taller.
Programa Iconográfico de las pinturas de Maderuelo:
Este
significativo programa esta organizado conforme a las siguientes pautas:
Bóveda: *El Cristo en Majestad se solía
colocar, casi de forma canónica, en la
bóveda de cuarto de esfera, en el ábside semicircular, pero la ermita de la
Vera Cruz carece de estos elementos, por lo que la figura del Pántocrator se
colocó ocupando la bóveda de medio cañón del ábside, dentro de la mandorla
mística, sentado en un trono sobre un cojín, y rodeado del tetramorfos. Cristo se representa portando nimbo con el
libro de la Vida abierto en la mano izquierda y bendiciendo los hombres con su
mano derecha.
Testero:
Aparece
una gran cruz con gemas incrustadas y en
el centro de la misma, el Agnus Dei o cordero de Dios, que
simboliza a Cristo ofreciéndose en la cruz por la redención de los hombres. En
la iglesia de Santa María de Taüll y en San Baudelio esta representado el
cordero de forma muy similar. A ambos lados, dos ángeles realizando un escorzo sujetando
la figura del cordero. En los extremos se representa a Caín y Abel, haciendo
una genuflexión; el primero con una copa de vino el segundo con un cordero en sus brazos como
ofrenda.
Muro de cierre de la
cabecera: Frente al testero se representa la creación de
Adán y el Pecado Original, buscando contraposición entre los temas de un lado y
del otro; En el frontal el Cordero y la Cruz (Cristo y su sacrificio), a los pies, Adán y la historia de su pecado,
es decir se explica el pecado del hombre y su dios salvador.
Las
figuras parecen estar flotando, se les representa en el Paraíso, sugerido por
el gran árbol con flores y frutos. Se muestra a Adán como hombre apagado y exánime, a quien
Dios va a entregar la fuerza vital.
A la derecha vemos el pecado original ante el árbol
del bien y del mal, con la serpiente simbolizando la tentación.
En
la parte inferior:
Derecha: aparece la Epifanía, que nos muestra la
llegada de Cristo como salvador del hombre. Están representados la Virgen, con
acusada frontalidad y Niño Jesús; el
cuerpo de la Virgen (a excepción del rostro) y el Niño, se han perdido. En Santa María de Taül,
existe también una Epifanía en la que la imagen de la virgen guarda mucha
relación con la de Maderuelo en cuanto a
ropaje, posición etc.
Izquierda: se
muestra a María Magdalena ungiendo los pies de Jesús con su cabello: esto puede
simbolizar el perdón de los pecados. A
través de esta representación se da a
entender que, a pesar de los pecados, a través del perdón es posible alcanzar
la salvación. En san Baudelio de Berlanga existe también una escena semejante
aunque no solía ser muy común en el
románico.
En
todo ello existe una lectura claramente aleccionadora: se está simbolizando el
martirio, mediante la cruz, Cristo ofreciéndose a este martirio, con el Cordero
Místico; al hombre que no cumple los
mandatos de la cristiandad (Caín) y al que sí lo hace (Abel); el nacimiento de
Cristo para la salvación de los hombres (Epifanía) y por último se ofrece la esperanza de la salvación mediante
el perdón de los pecados (María Magdalena)
Ventanal: Simbolizando al Espíritu Santo, está pintada una paloma en el interior del pequeño ventanal central,
mostrándonos la conexión de la tercera persona de la Trinidad con la
luz que entra por él.
Muros laterales: Aparece un
Cortejo angelical repartido por mitades simétricas en ambos muros, en el que se
pueden apreciar:
A
un lado dos grandes frisos totalmente cubiertos de figuras: en el superior se
representa el símbolo antropomórfico de San Marcos, el Arcángel San Rafael, un
serafín, un ángel y un santo obispo. Y en el inferior, seis apóstoles sentados
bajo arquerías.
Enfrente,
se repite una composición parecida: En la parte alta, la representación
antropomórfica de San Lucas, el arcángel san Miguel, un serafín, un ángel y una
figura femenina (posiblemente la virgen). En la parte baja, nuevamente seis
apóstoles sedentes iguales a los del muro de la Epístola.
En definitiva, adaptándose a la forma
rectangular de la ermita y a sus pequeñas dimensiones se narra, mediante figuras
hieráticas y solemnes, colores intensos y líneas firmes, algunos de los motivos
más trascendentes del cristianismo, de tal forma que emociona, comunica y
conmueve, siendo uno de los más bellos y
completos programas iconográficos del románico español.
BIBLIOGRAFÍA
·
VVAA.,
Historia del Arte II, “la Edad
Media” Madrid: Alianza Editorial,
2003
·
OLAGUER-FELIU,
Fernando, El arte románico español, Madrid:
Encuentro Ediciones,2003, p. 221.
·
ABAD,
Concepción, CORTÉS ARRESE, Miguel, “El
arte Románico y Bizantino”, Madrid: Dastin Export, 2003, pp. 75-76.
FICHA TÉCNICA
· Datación:
Siglo XII
· Dimensiones: 498
x 450 cm en total
·
Materiales/
Técnica: Pintura Mural traspasada a lienzo.
Estas pinturas fueron realizadas a base de colores disueltos en
agua sobre el muro, (adaptación a lo pobre del buen fresco).
Para su mayor preservación
se optó por su traslado al Museo del Prado en 1947 mediante una laboriosa tarea:
1.- Se sometieron a un
proceso de limpieza.
2.- Se dividió la superficie
que se debía arrancar en diversas partes, de tal manera que no quedasen
cortadas las figuras o elementos decorativos principales de una composición.
3.- Cada una de estas
porciones se cubrió con un conglomerado de telas especiales embebidas en una
tela hidrosoluble, con el fin de que la pintura se adhiriese a ellas.
4.- Finalizada esta
operación y una vez las telas secas, los segmentos ya señalados se cortaron y
los trozos de revoque desprendidos de los muros se enrollaron, quedando listos
para ser trasladados y sometidos en el museo a la operación inversa.
· Ubicación actual:
Actualmente se encuentran en el Museo del Prado de Madrid.
Ermita de la Vera Cruz
Las pinturas de la Vera
Cruz, datadas en el siglo XII, están consideradas como uno de los conjuntos
pictóricos del románico más importantes de toda España. La pequeña y sencilla
ermita, de no más de veinte metros, está situada cerca de lo que actualmente es
el Pantano de Linares, en Segovia; fue precisamente cuando se construye éste,
en 1947, cuando se decide trasladar las
magnificas pinturas que aquí se conservaban a un espacio museístico para
contribuir a su mejor preservación. Actualmente se encuentran traspasadas a
lienzo en el Museo del Prado de Madrid;
en la ermita se ha colocado una réplica exacta de las mismas. Estas
pinturas constituyen un verdadero catecismo para la época, cargadas de
simbolismo y belleza.
Es llamativa, a pesar del
pequeño tamaño de la ermita, la sensación de
armonía del conjunto, la solemnidad de sus imágenes, así como su delicadeza
y grandiosidad. Su extraordinario programa iconográfico, repleto de simbolismo
se considera uno de los más completos e importantes dentro de la pintura
románica española.
Pintura: la lectura del románico.
El románico fue una época en
la que el arte, (en especial la escultura y la pintura), se convirtió en
lectura, esa lectura a la que, de otra forma, no podía llegar un gran número de
personas iletradas que componían el grueso de la población. Fue el mejor
vehículo para la expansión de los dogmas del cristianismo, una forma de
reforzar la religión.
Por tanto la pintura,
especialmente en la etapa del románico pleno, fue extremadamente importante; con
dos funciones fundamentales, por un lado
una función didáctica: enseñar y adoctrinar a los fieles; por otro lado, una función
puramente estética: embellecer los templos; la belleza fue muy valorada durante el románico, era una manera de deleite,
una forma de placer visual, pero ese placer debía estar encaminado y centrado
en la alabanza a Dios.
Debido a su carácter
instructivo, las imágenes debían ser claras, sencillas en su forma de ser representadas,
debían emocionar, conmover; eran figuras cargadas de simbolismo, hieráticas y
carentes de perspectiva, destinadas a
dar fe de la grandeza divina y era primordial que existiera claridad
expositiva.
Estas imágenes conformaban programas iconográficos en los que había una
serie de temas que siempre se repetían: Imágenes de Cristo y de la Virgen,
representaciones de la Corte Celestial, narraciones sobre temas bíblicos, vidas
de santos etc., la diferencia estaba en la forma de combinar estos temas. La figura
esencial era el Pantocrátor o Maiestas
Domini, que nos muestra a Cristo con toda su majestuosidad, como símbolo de
lo absoluto.
Podemos decir que, la
pintura fue el complemento principal de los edificios románicos, aunque la
mayoría hayan llegado hasta nosotros
desprovistos de ellas, debido a diversas causas como el deterioro de los
materiales, incendios o cambios de gusto estético, lo cierto es que casi
la totalidad de estas construcciones
estaban en su interior cubiertas de pinturas murales con frescos de vivos
colores, tapices y mosaicos. De todos ellos nos han quedado menos testimonios
de los que quisiéramos, generalmente en pequeñas parroquias alejadas, en zonas
que quedaron despobladas por la emigración. En la conservación de estos tesoros
influyó mucho la decisión de su traslado a los museos desde primeros del siglo XX, por suerte aún podemos disfrutar de
algunos de ellos como el de la Ermita de la Vera Cruz de Maderuelo.
Orígenes e influencias
La pintura románica se nutre
de influencias del mundo paleocristiano, prerrománico y bizantino; la mezcla de
estas aportaciones había creado en Italia un estilo al que se llamó Italo–Bizantino
o (Escuela Benedictina) con un gran afán de enseñar y transmitir. Este estilo
germinará en España llegando hasta nosotros a través de la conexión comercial
que existía entre los estados catalanes e Italia en el siglo XII. Empezarán a
surgir talleres, a veces itinerantes, imbuidos de esta influencia
italo–bizantina, que extenderán esta mezcla de estilos por Cataluña, Aragón y algunas
zonas de Castilla. Uno de los principales talleres que surgirán será el de
Taüll, al cual se considera el principal punto de influencia de las pinturas de
Maderuelo, debido a la estrecha similitud de estilos.
Como teoría para explicar la
conexión entre los fresquistas de zonas tan alejadas, se contempla la de las
relaciones políticas existentes entre el señor de Erill, a quien pertenecía el
Valle del Boi, donde se encontraban las iglesias de Taüll y la corte de Alfonso
I el Batallador, señor de las tierras donde se hallaba Maderuelo.
Aún con ese claro influjo de
Taüll, los frescos de Maderuelo presentan una técnica un tanto diferente, ya
que son realizadas a base de colores disueltos en agua sobre el muro,
(adaptación a lo pobre del buen fresco). También la gama de colores difiere, ya
que en Taüll los colores más utilizados serán los azules, verdes, rojos y
carmines claros mientras que en Maderuelo predominan los ocres, amarillos, tostados, negro humo y blanco, con los
perfiles de las siluetas muy definidos. A pesar de estas variaciones, la
relación de estilos es más que evidente.
También existe una clara conexión con los
frescos de San Baudelio de Berlanga, de los que se cree que posiblemente fueran realizados por
el mismo taller.
Programa Iconográfico de las pinturas de Maderuelo:
Este
significativo programa esta organizado conforme a las siguientes pautas:
Bóveda: *El Cristo en Majestad se solía
colocar, casi de forma canónica, en la
bóveda de cuarto de esfera, en el ábside semicircular, pero la ermita de la
Vera Cruz carece de estos elementos, por lo que la figura del Pántocrator se
colocó ocupando la bóveda de medio cañón del ábside, dentro de la mandorla
mística, sentado en un trono sobre un cojín, y rodeado del tetramorfos. Cristo se representa portando nimbo con el
libro de la Vida abierto en la mano izquierda y bendiciendo los hombres con su
mano derecha.
Testero:
Aparece
una gran cruz con gemas incrustadas y en
el centro de la misma, el Agnus Dei o cordero de Dios, que
simboliza a Cristo ofreciéndose en la cruz por la redención de los hombres. En
la iglesia de Santa María de Taüll y en San Baudelio esta representado el
cordero de forma muy similar. A ambos lados, dos ángeles realizando un escorzo sujetando
la figura del cordero. En los extremos se representa a Caín y Abel, haciendo
una genuflexión; el primero con una copa de vino el segundo con un cordero en sus brazos como
ofrenda.
Muro de cierre de la
cabecera: Frente al testero se representa la creación de
Adán y el Pecado Original, buscando contraposición entre los temas de un lado y
del otro; En el frontal el Cordero y la Cruz (Cristo y su sacrificio), a los pies, Adán y la historia de su pecado,
es decir se explica el pecado del hombre y su dios salvador.
Las
figuras parecen estar flotando, se les representa en el Paraíso, sugerido por
el gran árbol con flores y frutos. Se muestra a Adán como hombre apagado y exánime, a quien
Dios va a entregar la fuerza vital.
A la derecha vemos el pecado original ante el árbol
del bien y del mal, con la serpiente simbolizando la tentación.
En
la parte inferior:
Derecha: aparece la Epifanía, que nos muestra la
llegada de Cristo como salvador del hombre. Están representados la Virgen, con
acusada frontalidad y Niño Jesús; el
cuerpo de la Virgen (a excepción del rostro) y el Niño, se han perdido. En Santa María de Taül,
existe también una Epifanía en la que la imagen de la virgen guarda mucha
relación con la de Maderuelo en cuanto a
ropaje, posición etc.
Izquierda: se
muestra a María Magdalena ungiendo los pies de Jesús con su cabello: esto puede
simbolizar el perdón de los pecados. A
través de esta representación se da a
entender que, a pesar de los pecados, a través del perdón es posible alcanzar
la salvación. En san Baudelio de Berlanga existe también una escena semejante
aunque no solía ser muy común en el
románico.
En
todo ello existe una lectura claramente aleccionadora: se está simbolizando el
martirio, mediante la cruz, Cristo ofreciéndose a este martirio, con el Cordero
Místico; al hombre que no cumple los
mandatos de la cristiandad (Caín) y al que sí lo hace (Abel); el nacimiento de
Cristo para la salvación de los hombres (Epifanía) y por último se ofrece la esperanza de la salvación mediante
el perdón de los pecados (María Magdalena)
Ventanal: Simbolizando al Espíritu Santo, está pintada una paloma en el interior del pequeño ventanal central,
mostrándonos la conexión de la tercera persona de la Trinidad con la
luz que entra por él.
Muros laterales: Aparece un
Cortejo angelical repartido por mitades simétricas en ambos muros, en el que se
pueden apreciar:
A
un lado dos grandes frisos totalmente cubiertos de figuras: en el superior se
representa el símbolo antropomórfico de San Marcos, el Arcángel San Rafael, un
serafín, un ángel y un santo obispo. Y en el inferior, seis apóstoles sentados
bajo arquerías.
Enfrente,
se repite una composición parecida: En la parte alta, la representación
antropomórfica de San Lucas, el arcángel san Miguel, un serafín, un ángel y una
figura femenina (posiblemente la virgen). En la parte baja, nuevamente seis
apóstoles sedentes iguales a los del muro de la Epístola.
En definitiva, adaptándose a la forma
rectangular de la ermita y a sus pequeñas dimensiones se narra, mediante figuras
hieráticas y solemnes, colores intensos y líneas firmes, algunos de los motivos
más trascendentes del cristianismo, de tal forma que emociona, comunica y
conmueve, siendo uno de los más bellos y
completos programas iconográficos del románico español.
BIBLIOGRAFÍA
·
VVAA.,
Historia del Arte II, “la Edad
Media” Madrid: Alianza Editorial,
2003
·
OLAGUER-FELIU,
Fernando, El arte románico español, Madrid:
Encuentro Ediciones,2003, p. 221.
·
ABAD,
Concepción, CORTÉS ARRESE, Miguel, “El
arte Románico y Bizantino”, Madrid: Dastin Export, 2003, pp. 75-76.
FICHA TÉCNICA
· Datación:
Siglo XII
· Dimensiones: 498
x 450 cm en total
·
Materiales/
Técnica: Pintura Mural traspasada a lienzo.
Estas pinturas fueron realizadas a base de colores disueltos en
agua sobre el muro, (adaptación a lo pobre del buen fresco).
Para su mayor preservación
se optó por su traslado al Museo del Prado en 1947 mediante una laboriosa tarea:
1.- Se sometieron a un
proceso de limpieza.
2.- Se dividió la superficie
que se debía arrancar en diversas partes, de tal manera que no quedasen
cortadas las figuras o elementos decorativos principales de una composición.
3.- Cada una de estas
porciones se cubrió con un conglomerado de telas especiales embebidas en una
tela hidrosoluble, con el fin de que la pintura se adhiriese a ellas.
4.- Finalizada esta
operación y una vez las telas secas, los segmentos ya señalados se cortaron y
los trozos de revoque desprendidos de los muros se enrollaron, quedando listos
para ser trasladados y sometidos en el museo a la operación inversa.
· Ubicación actual:
Actualmente se encuentran en el Museo del Prado de Madrid.